El primero de Octubre de 1909, nació en tierras pampeanas un hombre que creyó, o intento hacer creer durante casi todos los años de su vida, ser una persona feliz.
Los transeúntes que lo veían pasar, quienes tenían el agrado de dialogar con él, aseguraban aquella postura. Se trataba de un ser que se alegraba por hechos que, sin desmerecer, no le modificaría la vida a ningún otro. De esta cualidad afloraba su buena predisposición ante el transcurrir de sus días.
“Hoy es una jornada maravillosa, porque se celebra el día de la bandera”. “Pero que esplendido que es vivir, más aún sabiendo que falta una semana para el cumpleaños de mi gato”. “No se me rompió ninguna media en todo el mes, esto hay que celebrarlo” Son algunos de los justificativos poco entendibles por los que este tipo sonreía a diario.
Los pueblerinos admiraban esa particularidad, todos querían ser tan alegres como el “señor feliz” que demostraba tener una vida celestial. Se reprochaban algunos, no poder compartir esa dicha, y lo que es peor, se reprobaban envidiarla, porque los alejaba todavía más de lograr compararse con ese sujeto.
Los menos preocupados, pero que no dejaban pasar por alto la vida de este ciudadano, pensaban que en realidad su vida no era tal, sino que solamente no se daba cuenta de que todo en realidad era un infierno. Pero a ellos, como a todo detractor, se los maltrato por entender que solo querían restarle importancia a la felicidad que aquel gozaba.
Un día la sequía azotó la región dejando a muchísimas familias con pocas posibilidades de afrontar los gastos en comida, educación, inversiones para producir y trabajar sus tierras y lo que más interesa a este relato, sin chances de disponer un poco de dinero para gastar en recreación, cosa que hacía mucha falta por aquellos pagos.
Fue allí donde el espíritu alegre de Gerardo (así se llamaba el principal personaje de este cuento) se puso al servicio de toda la comunidad. Sin dejar pasar muchos días, se tomó el atrevimiento de hablar con el Padre de la iglesia para pedirle que lo ayude a organizar una misa a la cual acuda todo el pueblo y así informarles que durante el invierno él iba a dar conferencias en las que se enseñarán técnicas para ver el costado venturoso de las inclemencias climáticas.
Muchísimas, por no decir todas las personas, acudieron a las clases. Para algunos les vino bien poder distraer sus penas de esa manera y lograron reír y encontrar fuentes de bienestar en sucesos simples (no era otra cosa que alegrarse por no ser el único desdichado). Llegaron a ser felices simplemente por ser el día de su santo. Los Fernandos, saltaban en una pata el día de San Fernando, ni hablar de lo que fue el pueblo cuando se celebró el día de Santa María, se tiró la casa por la ventana.
Gerardo ya era héroe, su satisfacción se incrementó al saber que lograba contagiarla a algunos cuantos penosos del lugar. Hasta pensó en hacer películas, libros y algún merchandising para generar más popularidad y así llenarse el plato. Digno proceder de un escritor de “autoayuda”. El disgusto del pueblo iba a generarle ingresos extraordinarios. Más malaventurados en la ciudad, más posibilidades de hacerse la América tenía este hombre.
Pero como en todas las historias, pasaron los años, llegaron las lluvias, las grandes cosechas y con ellas el olvido de todas las penas y también de lo que aquel personaje había hecho por la comunidad. Él, al ver que los veranos se sucedían, que sus regocijos seguían siendo los mismos y que ya nadie necesitaba de su “ayuda”, pensó profundamente. Fue en ese momento que se dio cuenta que no todo era tan prospero, no todo brillaba como los ojos de sus oyentes cuando les contaba historias falsas para hacerles creer mentiras insostenibles.
Se percató de que uno puede ser tan infeliz, como el que más, si mide el tamaño de sus alegrías y las suyas eran muy pequeñas. Solo se puede permanecer contento por cosas superfluas, por mínimos hechos que realmente no hacen a la dicha en la vida. Contento por temas esenciales es imposible estar, a no ser que se trate de un estúpido que no entienda que al final de cuentas, uno terminará peleando contra la muerte y la soledad (dígame alguien si no son la misma cosa) y sabiendo que siempre va a salir derrotado.
Desde el conocimiento de la actividad de Gerardo, nació en este mundo un nuevo curro. Hacerle creer a las individuos sedientos de una soga que les permita salir un poco del pozo, de ese pozo que ya no se vuelve jamás, que hay otra realidad más radiante a la que ellos viven y desde allí modificarles conductas para persuadirlos de que su padecer es algo nuevo y ya no tan duro.
Nunca vi algo tan contrapuesto a la verdad, pero eso es lo que pregonan estos ladrones de libertad y de dinero, de la mano de infinidades de frases hechas y lugares comunes.
La felicidad no es más ni menos que admitir que uno es lo que vive, vive lo que es y aceptarlo sin esconderse en pesadumbres extrañas. Trágico es vivir sin pensar, funesto es que piensen por nosotros, porque es ahí mismo donde ya no somos, donde ya esos vendedores de verdades absolutas se quedan con las decisiones. Que no los ayuden, que no les roben más… Que no les usurpen los momentos tristes, que es ahí donde todos somos quienes verdaderamente somos. Que no se llenen los bolsillos de nueces a costas de hacerles sentir que una araña, un clavito, un teatro colmado de gente y las plumas de la almohada son cosas que generalmente hacen que el miedo los invada.
Un poco de ayuda les pido, para estos verdaderos hombres de la “antiayuda”.
miércoles, 14 de octubre de 2009
lunes, 6 de julio de 2009
Una vez más, pero casi real
La palabra sueño representa el anhelo o ilusión que moviliza a una persona. También es el acto de dormir. Y como cosa rara, mientras se duerme y se anhela, se sueña. Este es un acto involuntario en el que se reelabora una o varias situaciones vividas en el día anterior. De esto se trata lo que me lleva a escribir.
Una historia que se remonta muchísimos años atrás y que todavía pienso inconclusa es la que me genera la idea de pensar en los sueños y poner en duda su existencia.
No miento si digo que noche por medio, quizá muchas más, me despierto sintiéndome solo, pero solo de verdad, sabiendo que de nuevo se repitió, no exactamente igual porque variables son las que sobran, pero sabiendo muy bien que se repitió.
Entre la cantidad de veces que me pasó, no puedo decir a ciencia cierta cuál es la más repetida, ni la más rara, ni la más linda. Pero no existe la vez que él saber que no fue real me haga pensar en que soy un afortunado, sino todo lo contrario.
Después de repetidos estos sueños llegue a pensar que iba a convivir con ellos, entonces opte por creerme que son reales, que en medio de la noche me escapo y que pasan verdaderamente. Me encontré al extremo de disfrutarlos, sabiendo que no había otra forma de estar más cerca tuyo y también creyendo que por ahí también te pasaba algo similar. De esta manera, algún día soñaríamos lo mismo y ese, ese y no otro momento lamentablemente, nos uniría una vez más.
Yo estaba feliz escondiéndome la realidad. Feliz de saber qué día por medio te veía, que día por medio te robaba un beso y unos cuantos “te quiero”. La locura y la mentira son mucho mejor que algunas verdades espantosas, por lo menos me conforme con eso que para mí era mucho.
Lo raro es que al disfrutar de todo esto, paradójicamente esas noches dormía poco, lo que me prohibía extenderlos o repetirlos. Pero siempre prefiero algo, por chico que sea, antes que nada como deja ver lo que vengo contando.
Esto que por ahí sucede mucho ahora, también existió cuando teníamos 14, 17, 21 y creo que pasará de aquí en adelante.
Pero hoy dudo de todo eso, me cuesta pero dudo, porque algo extraño pasó.
Sabiendo, aunque me hacia el tonto, que lo que yo creía real no lo era, podía distinguir muy bien lo que NO me sucedía mientras descansaba, o sea lo que sí ocurría verdaderamente. Yo tenía en claro que todo el resto de las cosas tenían lugar sin ningún tipo de mentira soñada, de anhelo desmedido, de ganas insoportables de que sean verdad. Lo medía así para diferenciarlo obviamente. La formula era simple. Si lo quería no acontecía.
Como no tenía tantas ganas de que sea cierto todo lo que hacía a diario, me daba cuenta que no eran sueños. Pero cuando pasaba eso, eso que deseaba como a nada, sabía que era producto de mi elaboración de situaciones que no iban a suceder más que en mis fantasías.
Pero llegó la noche que me dejó sin más certezas, cuando se mezcló lo real con lo que no lo era tanto.
Te cuento que fui feliz, que te vi y creí estar en otra noche de soledad. Pero algo me hizo saber que no era, que esta vez estabas, que esta vez el olor no me dejaba confundirte, que te me presentabas a los ojos más linda que en mis mentiras, que te ibas a quedar quieta para no irte nunca más. Eras vos, no lo dude, porque me tembló todo, el dedo chiquito, la rodilla, los rulos, todos los sentimientos y muchas cosas más que no sabía cómo controlar.
Pero viniste, te acercaste y eras hermosa, más real que nunca, estabas ahí para decirme que todo era como antes, que se repetía eso de despertarme dándole la mano a la nada, al frio. Me lo hiciste entender de la mejor forma, de la más simple para que yo me dé cuenta que no era real porque era muy hermoso, que solo duraba esos segundos de siempre y que después volvía el olvido y la soledad de extrañarte. Pero no dudes que ese beso no me lo voy a olvidar nunca…
Una historia que se remonta muchísimos años atrás y que todavía pienso inconclusa es la que me genera la idea de pensar en los sueños y poner en duda su existencia.
No miento si digo que noche por medio, quizá muchas más, me despierto sintiéndome solo, pero solo de verdad, sabiendo que de nuevo se repitió, no exactamente igual porque variables son las que sobran, pero sabiendo muy bien que se repitió.
Entre la cantidad de veces que me pasó, no puedo decir a ciencia cierta cuál es la más repetida, ni la más rara, ni la más linda. Pero no existe la vez que él saber que no fue real me haga pensar en que soy un afortunado, sino todo lo contrario.
Después de repetidos estos sueños llegue a pensar que iba a convivir con ellos, entonces opte por creerme que son reales, que en medio de la noche me escapo y que pasan verdaderamente. Me encontré al extremo de disfrutarlos, sabiendo que no había otra forma de estar más cerca tuyo y también creyendo que por ahí también te pasaba algo similar. De esta manera, algún día soñaríamos lo mismo y ese, ese y no otro momento lamentablemente, nos uniría una vez más.
Yo estaba feliz escondiéndome la realidad. Feliz de saber qué día por medio te veía, que día por medio te robaba un beso y unos cuantos “te quiero”. La locura y la mentira son mucho mejor que algunas verdades espantosas, por lo menos me conforme con eso que para mí era mucho.
Lo raro es que al disfrutar de todo esto, paradójicamente esas noches dormía poco, lo que me prohibía extenderlos o repetirlos. Pero siempre prefiero algo, por chico que sea, antes que nada como deja ver lo que vengo contando.
Esto que por ahí sucede mucho ahora, también existió cuando teníamos 14, 17, 21 y creo que pasará de aquí en adelante.
Pero hoy dudo de todo eso, me cuesta pero dudo, porque algo extraño pasó.
Sabiendo, aunque me hacia el tonto, que lo que yo creía real no lo era, podía distinguir muy bien lo que NO me sucedía mientras descansaba, o sea lo que sí ocurría verdaderamente. Yo tenía en claro que todo el resto de las cosas tenían lugar sin ningún tipo de mentira soñada, de anhelo desmedido, de ganas insoportables de que sean verdad. Lo medía así para diferenciarlo obviamente. La formula era simple. Si lo quería no acontecía.
Como no tenía tantas ganas de que sea cierto todo lo que hacía a diario, me daba cuenta que no eran sueños. Pero cuando pasaba eso, eso que deseaba como a nada, sabía que era producto de mi elaboración de situaciones que no iban a suceder más que en mis fantasías.
Pero llegó la noche que me dejó sin más certezas, cuando se mezcló lo real con lo que no lo era tanto.
Te cuento que fui feliz, que te vi y creí estar en otra noche de soledad. Pero algo me hizo saber que no era, que esta vez estabas, que esta vez el olor no me dejaba confundirte, que te me presentabas a los ojos más linda que en mis mentiras, que te ibas a quedar quieta para no irte nunca más. Eras vos, no lo dude, porque me tembló todo, el dedo chiquito, la rodilla, los rulos, todos los sentimientos y muchas cosas más que no sabía cómo controlar.
Pero viniste, te acercaste y eras hermosa, más real que nunca, estabas ahí para decirme que todo era como antes, que se repetía eso de despertarme dándole la mano a la nada, al frio. Me lo hiciste entender de la mejor forma, de la más simple para que yo me dé cuenta que no era real porque era muy hermoso, que solo duraba esos segundos de siempre y que después volvía el olvido y la soledad de extrañarte. Pero no dudes que ese beso no me lo voy a olvidar nunca…
lunes, 26 de enero de 2009
¿Cuál es el malo?
Desde que nacemos tenemos cosas que nos vienen pegadas, que las arrastramos de nuestros padres, de sus gustos, de sus caprichos, de nuestro país, de las culturas. Esto no es ninguna novedad, claro está.
Hasta con el correr del tiempo nos cambian cosas ya aprendidas, porque no eran “tan así”, nos acortan el himno, nos modifican el padre nuestro y si me apuran, hasta me cambian la leña por el carbón y me dicen que p ya paso a ser mucho más que 3,14.
A determinadas edades, ya arrancamos a decidir nosotros si usamos piquillín o si rezamos o no y demás cuestiones que nos hacen como seres individuales. En mi caso particular he decidido formularme algunas preguntas, cosa que recomiendo, porque es una gimnasia bien saludable. Por eso, aquí les dejo dos textos que han marcado la vida de muchos, y porqué no la nuestra también.
Un día Dios dijo a Noé: “He decidido el fin de todo ser, porque la tierra está llena de violencia a causa de ellos. Y he aquí que yo traigo un diluvio de aguas sobre la tierra, para destruir toda en que haya espíritu de vida debajo del cielo” (Génesis VI: 13-17).
Comunicado N° 19, 24/03/1976
Se comunica a la población que la Junta de Comandantes Generales ha resuelto que sea reprimido con la pena de reclusión por tiempo indeterminado el que por cualquier medio difundiere, divulgare o propagare comunicados o imágenes provenientes o atribuidas a asociaciones ilícitas o personas o grupos notoriamente dedicados a actividades subversivas o al terrorismo. Será reprimido con reclusión de hasta diez años, el que por cualquier medio difundiere, divulgare o propagare noticias, comunicados o imágenes, con el propósito de perturbar, perjudicar o desprestigiar las actividades de las Fuerzas Armadas, de Seguridad o Policiales. (Diario “La Prensa”, 24 de marzo de 1976).
Este es el lugar donde me entran las dudas, sin querer ofender de ningún modo las creencias o inclinaciones políticas de ningún lector. Dudo porque no entiendo, porque los que enseñan siempre saben un poquitito más, porque son los que tienen la verdad, porque ellos nos dicen que es lo que tenemos que saber. Pero esto termina cuando nos animamos a preguntarles, a preguntar, a repreguntar o mejor, a preguntarnos.
Es común hoy, que se cree favorable ser creyente y no entiendo porqué. Hay una cuestión que me atormenta desde pequeño. Si mis vecinos son judíos y mi familia no lo es. ¿Porque la medianera decide, al momento de nacer en esta o en aquella casa, cual es la suerte que correrán mis creencias? No entiendo, ¿hay razones? Perdón pero no entiendo y pido disculpas por ser tan torpe.
Entonces después también se habla muy mal de la dictadura, de los golpes, de los 30.000 desaparecidos. ¿Pero el diluvio universal no fue peor? O mejor, para no entrar en el juego de que es mejor o peor, ¿no tienen el mismo fin? Aniquilar al que es diferente. Eso es lo que noto en estos dos fragmentos antes citados y en el accionar posterior de quienes los formulan.
No duden por ningún motivo que defienda la dictadura, ni que la ataque. Aquí no importa cuáles son mis ideales, porque esto dejaría de tener valor, si es que lo tiene. Sepan creer que escribir no lo hago por una cuestión ideológica, es solo una búsqueda de respuestas. Pero me preocupa saber que hay quienes pregonan los derechos humanos y se olvidan del diluvio o viceversa.
Mis interrogantes me llevan a pensar que en la torpeza de enseñar, no se revisa con claridad y empeño lo que se predica. Se explica lo que nos viene puesto y eso lo tomamos como familiar y no se discute, porque ya es válido, porque ya se nos hizo amigo, aunque no lo analizamos nunca y hasta nos animaríamos a divulgarlo posteriormente como una verdad indudable. Como dice Eduardo Sacheri, “Uno no puede andar por la vida reprobando a sus rivales y disculpando a sus amigos por el simple hecho de serlo” por eso, hay que alejarse de los preceptos que nos viene en la mochila y preguntarle cosas. Porque si comparamos y somos fieles a lo que pensamos, hay que dudar si dios no fue un gran genocida. Cuando dice que la tierra está llena de violencia a causa de ellos. ¿Quiénes son ellos? Me da miedo pensar que la persona que nos guía, que está en todas partes cuidándome, puede querer eliminarme si no soy uno de “nosotros” y paso a ser uno de “ellos”.
Entonces pido que alguien me aclare, ¿matar en nombre de dios, como lo hicieron los ingleses a la hora de repartir el mundo está bien? “PORQUE DIOS Y LA REINA ASI LO QUIEREN”, ¿matar en nombre de una ideología política es valedero? ¿Qué dios elimine a todo ser que este debajo del cielo porque a él se le antoja, es correcto? Sigo sin entender después de llegar a este final. Pero me voy con la idea que mañana me voy a preguntar más, para ver si se me aclara un poco esto, de que según quienes el que mata, se perdona o se juzga.
Hasta con el correr del tiempo nos cambian cosas ya aprendidas, porque no eran “tan así”, nos acortan el himno, nos modifican el padre nuestro y si me apuran, hasta me cambian la leña por el carbón y me dicen que p ya paso a ser mucho más que 3,14.
A determinadas edades, ya arrancamos a decidir nosotros si usamos piquillín o si rezamos o no y demás cuestiones que nos hacen como seres individuales. En mi caso particular he decidido formularme algunas preguntas, cosa que recomiendo, porque es una gimnasia bien saludable. Por eso, aquí les dejo dos textos que han marcado la vida de muchos, y porqué no la nuestra también.
Un día Dios dijo a Noé: “He decidido el fin de todo ser, porque la tierra está llena de violencia a causa de ellos. Y he aquí que yo traigo un diluvio de aguas sobre la tierra, para destruir toda en que haya espíritu de vida debajo del cielo” (Génesis VI: 13-17).
Comunicado N° 19, 24/03/1976
Se comunica a la población que la Junta de Comandantes Generales ha resuelto que sea reprimido con la pena de reclusión por tiempo indeterminado el que por cualquier medio difundiere, divulgare o propagare comunicados o imágenes provenientes o atribuidas a asociaciones ilícitas o personas o grupos notoriamente dedicados a actividades subversivas o al terrorismo. Será reprimido con reclusión de hasta diez años, el que por cualquier medio difundiere, divulgare o propagare noticias, comunicados o imágenes, con el propósito de perturbar, perjudicar o desprestigiar las actividades de las Fuerzas Armadas, de Seguridad o Policiales. (Diario “La Prensa”, 24 de marzo de 1976).
Este es el lugar donde me entran las dudas, sin querer ofender de ningún modo las creencias o inclinaciones políticas de ningún lector. Dudo porque no entiendo, porque los que enseñan siempre saben un poquitito más, porque son los que tienen la verdad, porque ellos nos dicen que es lo que tenemos que saber. Pero esto termina cuando nos animamos a preguntarles, a preguntar, a repreguntar o mejor, a preguntarnos.
Es común hoy, que se cree favorable ser creyente y no entiendo porqué. Hay una cuestión que me atormenta desde pequeño. Si mis vecinos son judíos y mi familia no lo es. ¿Porque la medianera decide, al momento de nacer en esta o en aquella casa, cual es la suerte que correrán mis creencias? No entiendo, ¿hay razones? Perdón pero no entiendo y pido disculpas por ser tan torpe.
Entonces después también se habla muy mal de la dictadura, de los golpes, de los 30.000 desaparecidos. ¿Pero el diluvio universal no fue peor? O mejor, para no entrar en el juego de que es mejor o peor, ¿no tienen el mismo fin? Aniquilar al que es diferente. Eso es lo que noto en estos dos fragmentos antes citados y en el accionar posterior de quienes los formulan.
No duden por ningún motivo que defienda la dictadura, ni que la ataque. Aquí no importa cuáles son mis ideales, porque esto dejaría de tener valor, si es que lo tiene. Sepan creer que escribir no lo hago por una cuestión ideológica, es solo una búsqueda de respuestas. Pero me preocupa saber que hay quienes pregonan los derechos humanos y se olvidan del diluvio o viceversa.
Mis interrogantes me llevan a pensar que en la torpeza de enseñar, no se revisa con claridad y empeño lo que se predica. Se explica lo que nos viene puesto y eso lo tomamos como familiar y no se discute, porque ya es válido, porque ya se nos hizo amigo, aunque no lo analizamos nunca y hasta nos animaríamos a divulgarlo posteriormente como una verdad indudable. Como dice Eduardo Sacheri, “Uno no puede andar por la vida reprobando a sus rivales y disculpando a sus amigos por el simple hecho de serlo” por eso, hay que alejarse de los preceptos que nos viene en la mochila y preguntarle cosas. Porque si comparamos y somos fieles a lo que pensamos, hay que dudar si dios no fue un gran genocida. Cuando dice que la tierra está llena de violencia a causa de ellos. ¿Quiénes son ellos? Me da miedo pensar que la persona que nos guía, que está en todas partes cuidándome, puede querer eliminarme si no soy uno de “nosotros” y paso a ser uno de “ellos”.
Entonces pido que alguien me aclare, ¿matar en nombre de dios, como lo hicieron los ingleses a la hora de repartir el mundo está bien? “PORQUE DIOS Y LA REINA ASI LO QUIEREN”, ¿matar en nombre de una ideología política es valedero? ¿Qué dios elimine a todo ser que este debajo del cielo porque a él se le antoja, es correcto? Sigo sin entender después de llegar a este final. Pero me voy con la idea que mañana me voy a preguntar más, para ver si se me aclara un poco esto, de que según quienes el que mata, se perdona o se juzga.
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